Muchas veces en nuestra
vida republicana, particularmente por conveniencia política, se ha
distorsionado los hechos de nuestra historia, ocasionando confusión en la
formación de la ciudadanía; y qué mejor ejemplo observar que actualmente
–aunque parezca mentira– existen muchos jóvenes que creen que Abimael Guzmán fue
un luchador social.
Hace pocos días, se
cumplió 54 años de la irrupción de una Junta Militar encabezada por el General
Juan Velasco Alvarado, intervención catalogada como golpe de Estado, aunque el
artículo 213 de la Constitución Política del Perú señalaba que “La finalidad de
la fuerza armada es asegurar los derechos de la República, el cumplimiento de
la Constitución y de las leyes y la conservación del orden público”.
Días después, el 09 de
octubre de 1968, se declaró nulos el contrato celebrado entre el Estado y la International
Petroleum Company; y también el Acta de Talara; y así, el gobierno tomó
posesión de los yacimientos de la Brea y Pariñas, e instituyó la fecha como el
“Día de la Dignidad Nacional” por cautelarse los intereses nacionales, de
acuerdo a la ley fundamental y al derecho minero.
El General Velasco tuvo
aciertos, pero también errores, como los vinculados a la libertad contra la
prensa, materializado con la expropiación de varios medios de comunicación,
incluyendo al Diario Expreso. Contradictoriamente, la dignidad nacional que se
resaltó ese 9 de octubre, fue mellada en 1974 al afectarse la libre expresión
de quienes dirigían medios opositores a su gobierno.
Más allá de esos
hechos, todos los peruanos debemos recordar –en el Año del fortalecimiento de
la soberanía nacional– que la dignidad se explica por la autonomía propia, pues
solamente el que sabe y puede gobernarse a sí mismo, resulta un sujeto libre;
caso contrario reflejaría ser un simple súbdito pues permitiría estar bajo el
dictado de otro que no respeta sus derechos o que viola la institucionalidad
constitucional y democrática de nuestro Perú.
En esas condiciones,
realmente se deja de ser un ciudadano, se pierde la dignidad y no se tiene
soberanía. Y aunque la fecha, ya no forma parte del calendario cívico, debe
motivarnos para recordar que la
dignidad se basa en el reconocimiento de que la persona debe ser meritoria
de consideración; y que –como peruanos– debemos respetarnos sin
importar condición alguna. Merecemos que el fin supremo del la sociedad y el Estado
no caiga en el olvido por la indolencia que aun abruma a muchos.
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