Por muchos años, en el siglo XX, el 27 de noviembre era un feriado nacional; épocas aquellas en que también se impartía en los colegios la instrucción pre-militar y en que también se percibía -mejor- el aire de peruanidad.
Para el recuerdo de esta gran gesta heroica, no sólo se efectuaban ceremonias, también se presentaban ginkanas militares y retretas, que de alguna forma mantenían a la población conectadas con ese sentimiento de fervor por la Patria y empatía entre el pueblo y sus hijos uniformados.
Traer a nuestra memoria la batalla de Tarapacá es resaltar las "armas" que desde siempre han portado los soldados del Perú: Su fuerza moral, su valentía y gran patriotismo.
Pensar en Tarapacá también nos martilla la consciencia, que en esa confrontación no sólo destacaron los Jefes y Oficiales que condujeron las acciones, lo hicieron también los "soldados anónimos" -en su gran mayoría del sur de nuestro país - que acudieron al llamado de la Patria, no importando las condiciones a las que tuvieron que someterse.
A lo largo de nuestra historia encontraremos ejemplos repetitivos de connacionales que, vistiendo el uniforme de la Patria, marcharon al frente de batalla para defender la soberanía, la seguridad y el honor nacional sin importar las circunstancias, ni los medios disponibles. Suena muy loable la actitud de ellos, pero a la vez muy irresponsable tan grave imprevisión de las autoridades competentes.
A continuación, se presenta una alocución preparada - en 1984 - por el autor de este blog, con la intención de honrar a los héroes de Tarapacá.
Honrarlos de verdad significa realizar todos los esfuerzos para que esta historia jamás se repita, todo lo demás quedará simplemente en la retórica, la pose, la conveniencia personal....., nunca en el interés y amor por la Patria!
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ÁLOCUCIÓN PATRIOTICA CON OCASIÓN DEL CV ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE TARAPACÁ Y DÍA DE LA INFANTERÍA PERUANA (NOVIEMBRE, 1984)
El 27 de noviembre de 1879, en el pequeño pueblo de Tarapacá, se libró el combate entre las tropas chilenas triunfadoras en Pisagua y en San Francisco y lo que quedaba del Ejército aliado luego de esas acciones, es decir entre una tropa victoriosa y un grupo de hombres disminuidos en lo material, que además tenían motivos para encontrarse moralmente menoscabadas. La historia ha registrado este hecho como una brillante victoria del Ejército del Perú.
Tarapacá, es una hermosa batalla, si así puede calificarse a una acción de armas, pues en ella se nota nítidamente la conducción de las maniobras. Belisario Suárez, gran organizador y eficiente táctico, es el hombre que maneja con maestría los hilos de ese tinglado glorioso y heroico en el que se representa el drama de la capacidad anulada por la falta de medios - que venía caracterizando a la guerra desde que Grau quitó toda la iniciativa que por la fuerza correspondía a los chilenos - tan solo en base a su capacidad de maniobra y al espíritu que supo imprimir al Huáscar y a los hombres que lo acompañaban.
Tarapacá, es el mejor escenario de ese drama, porque allí se ve claramente todo lo que hubieran podido hacer esos Jefes sobresalientes y esos soldados abnegados, si tan solo hubieran tenido los medios indispensables para sostener una contraofensiva, con lo que inobjetablemente habrían arrojado al mar a las tropas invasoras.
Inobjetablemente digo, porque el resultado de una guerra depende en primera instancia del liderazgo y la conducción. Y en Tarapacá, se ve que ello no faltaba a los peruanos; y porque en el lado adversario, esa condición de altísima importancia escaseaba clamorosamente, pues un solo hombre, militar improvisado – el Coronel Vergara, por más que sus limitaciones tácticas anularan sus arrestos de iniciativa – da muestras de ese espíritu incisivo, que es la base de una personalidad conductora. Así, si Vergara es el motor de la poquísima actividad de los chilenos, sus limitaciones son dramáticas, pues él fue el culpable que Arteaga fijara como objetivo de la acción únicamente la captura de las tropas peruanas; y también fue él quien ejecutó el reconocimiento apreciando la situación equivocadamente…...Así de fácil es la guerra para todo Comandante improvisado.
Cáceres, y con él Bolognesi, Ugarte, Castañón, Ríos, Bedoya, Mariano de los Santos y toda es pléyade de guerreros epopéyicos -la gran mayoría aún en la anonimidad -hicieron comprender al invasor, que la saturación de medios no es suficiente para decidir una victoria. Y por eso, luego de triunfar en Los Angeles, en el Alto de la Alianza y en Arica, sin demostrar capacidad táctica y sólo saturando el campo de batalla con hombres y con medios, los chilenos tuvieron que llevar la guerra hasta Lima para acabar con toda posibilidad de recuperación del Ejército del Perú que pudiera amenazar sus conquistas.
La Nación, en reconocimiento a esta homérica gesta, ha consagrado la fecha en que se realizó como el día de la Infantería peruana, y el Ejército la tiene, con justísima razón, como una de las más significativas de su calendario patriótico.
Pero, …¿Por qué alcanzó tanta trascendencia una victoria, que en definitiva no sirvió para amenazar el éxito que ya habían conquistado las tropas invasoras, ya que los vencedores de Tarapacá tuvieron que abandonar el escenario de la hazaña para dirigirse a Arica?
En primer lugar, en el marco de los valores militares, Tarapacá es el mejor ejemplo de la preeminencia de los factores morales sobre las condiciones físicas de las tropas combatientes. Recordemos que los soldados de Tarapacá, carecían de vestimentas adecuadas para soportar las inclemencias del clima, caluroso en el día y muy frío en la noche que caracteriza al desierto del Tamarugal.
Tampoco tenían una alimentación apropiada, ni agua en condiciones necesarias a los requerimientos de una tropa en campaña.
No contaban con Caballería, ni con apoyo de Artillería, es decir tenían todas las desventajas en contraposición a las fuerzas invasoras, que sí estaban bien pertrechadas y tenían sobretodo una moral bien elevada, debido a sus anteriores triunfos.
Pues bien, a pesar de esta situación, y más aún, a pesar que las tropas peruanas fueron sorprendidas en momentos de descanso,con gran valor, muchisima fuerza moral y elevado patriotismo, triunfaron inobjetablemente.
Tarapacá es también el preludio de Arica, no sólo por razones cronológicas, sino porque Bolognesi - el inmortal Patrono del Ejército - Alfonso Ugarte - el hombre que llevó a la cúspide el sentimiento de veneración y defensa de nuestra Bandera - y gran parte de los Oficiales y Tropa, que en esa plaza ofrendaran su vida, estuvieron en Tarapacá poniendo los antecedentes más brillantes de su exaltación en Arica.
Y Cáceres, el inolvidable “Brujo de los Andes”, el hombre que simboliza por siempre la calidad de sacrificio y el desprecio por la propia vida – que todos debemos sentir cuando se trata del bienestar de la Patria – fue el alma del triunfo en Tarapacá, iniciando allí su verdadera, legendaria y gloriosa trayectoria, que en La Breña coronaría con los laureles mas excelsos de la veneración nacional.
Cáceres y Tarapacá, son un binomio que nunca debemos olvidar. Y esto hay que repetirlo, porque –cosa increíble- la figura del “Taita” Cáceres – uno de los más brillantes soldados de la historia militar peruana, uno de los mas insignes militares que también se desempeñó como diplomático y por dos veces como Presidente de la República – fue disminuida porque las pasiones políticas tendieron un manto de intrigas y desinformación en el pueblo peruano.
Afortunadamente, ya existe consciencia - que al finallizar la Guerra con Chile - en el pináculo de la gloria militar del Perú no sólo aparecieron dos soles: Bolognesi y Grau, sino un tercero con tantos merecimientos como ellos para alumbrar este camino difícil de la superación nacional; y ese tercer sol, naturalmente es Cáceres.
Entonces, Grau, Bolognesi y Cáceres, no importa el orden, pues los tres tienen la altura de los héroes máximos, son los llamados a impulsar el espíritu de nuestro pueblo en la enaltecedora y dificil gesta de hacer de nuestra Patria, un Perú cada vez más grande.
Soldados:
Al celebrarse un aniversario más de la Batalla de Tarapacá, tomemos siempre como ejemplo para nuestro quehacer diario, el significado de entrega, esfuerzo y moral desplegada por los epónimos titanes que hicieron realidad esta epopeya.
Seamos combatientes de Tarapacá, en el trabajo, en el hogar, en la paz y en la guerra, y de esta manera asumir el formal compromiso de trabajar honrada, tesonera, cotidiana y comunitariamente para continuar haciendo del Perú, la Patria Grande, la Patria poderosa, la Patria justa y libre que todos anhelamos.
Infantes de hoy y de siempre:
Tengamos - en todo momento - como norte el espíritu ofensivo, perseverante y vencedor con que se debe enfrentar una situación de combate, tal como lo hizo nuestro gran Mariscal Cáceres, y así podemos – con el corazón henchido de patriotismo - en toda época, decir con orgullo:
Soy Infante, porque confiaste en mí Patria mía.
No conozco la derrota, no conozca el miedo,
No conozco la fatiga.
Para mí no hay hambre, cansancio, ni sed.
Estoy preparado para la guerra.
Si he de morir, será matando.
Si he de vivir, será con gloria!
¡¡¡VIVA EL PERÚ!!!