“La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio”
“Como nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso que aprobar la mentira y tomarla por verdad”.
Marco Tulio Cicerón
Cuando uno escucha la palabra Maquiavelo de inmediato le viene a la mente lo malo, lo hipócrita, lo calculador, lo convenido e inclusive antiético e inmoral. Y, claro, parece lógico pensar de esta forma, si hasta el propio Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define al maquiavelismo - en una de sus acepciones - como el modo de proceder con astucia, doblez y perfidia.
En nuestra sociedad, muchas veces los hombres están expuestos a sufrir calumnias, distorsiones y difamaciones de su real accionar; se ve en la vida diaria y en todas las instituciones. Este es uno de los históricos casos en que la verdad y el prestigio de una persona ha sido deformada al extremo máximo, con repercusiones que llegan hasta nuestros días, y que ahora – en tal vez un vano esfuerzo- intentamos resarcir, tal como otrora lo hicieran muchos investigadores de diferentes latitudes.
Niccollò di Bernardo Machiavelli, nació el 03 de mayo de 1469 en tiempos de Lorenzo y Pedro de Médici. Tras la caída de Savonarola (1498) fue nombrado Secretario de la Segunda Cancillería encargada de los Asuntos Exteriores y de la Guerra de la ciudad, cargo que ocupó hasta 1512 y que lo llevó a realizar importantes misiones diplomáticas ante el rey de Francia, el emperador Maximiliano I y Cesare Borgia, entre otros.
Su actividad diplomática desempeñó un papel decisivo en la formación de su pensamiento político, centrado en el funcionamiento del Estado y en la psicología de sus gobernantes. Su principal objetivo político fue preservar la soberanía de Florencia, siempre amenazada por las grandes potencias europeas y para conseguirlo, creó la milicia nacional en 1505.
A su retorno de Francia fue enviado varias veces a la corte de Cesare Borgia, hijo del papa Alejandro VI. Intentó sin éxito propiciar el acercamiento de posiciones entre Luis XII de Francia y el papa Julio II, cuyo enfrentamiento terminó con la derrota de los franceses y el regreso de los Médicis a Florencia (1512).
Como consecuencia de este giro político, Machiavelli cayó en desgracia, fue acusado de traición, encarcelado y levemente torturado (1513). Tras recuperar la libertad se retiró a una casa de su propiedad en las afueras de Florencia, donde emprendió la redacción de sus obras, entre ellas la más popular, “El Príncipe” (Il principe), en la que describió – en buena parte – la actitud implacable, ambiciosa y astuta de Borgia. Este libro que terminó en 1513, fue dedicado a Lorenzo de Médici, y sólo fue publicado después de su muerte.
La obra de Niccollò Machiavelli ingresa por igual en los terrenos de la política y la literatura siendo considerado como el fundador ideológico del Estado moderno. Sus textos políticos e históricos son también un reflejo de su experiencia diplomática al servicio de Florencia como en “Descripción de las cosas de Alemania” (Ritrato delle cose della Alemagna-1503). En los “Discursos sobre la primera década de Tito Livio” (Discorsi sopra la prima deca di Tito Livio, 1512-1519) esbozó, anticipándose a Vico, la teoría cíclica de la historia: la monarquía tiende a la tiranía, la aristocracia se transforma en oligarquía y la democracia en anarquía, lo que lleva de nuevo a la monarquía. En el "El arte de la guerra" (1521) incluye temas como el ciudadano soldado y las relaciones entre la política y la guerra.
Entre otros, también es autor de: “Descripción del método usado por el Duque Valentino para asesinar a Vientelozzo Vitelli, Oliverotto da Fermo y otros” (1503), “comentarios en el incremento de dinero” (1503), “Método para tratar las rebelión de Valdichiana” (1503), “Carácter nacional francés” (1503), “Discurso sobre Alemania y el Emperador” (1508), “Descripción de los asuntos franceses” (1512-1513), "La vida de Castruccio Castracani de Luca" (1520), "Historia de Florencia" (1520-1525), "Las decenales" (1506-1509), "El asno de oro" (1517), la comedia "La mandrágora" (1520), retrato satírico de la sociedad florentina.
POLITICA Y MORALIDAD
Sin duda, “El Príncipe” constituye la obra más conocida de Machiavelli, en la que examina importantes asuntos políticos y filosóficos, tales como: la naturaleza del hombre y su libre albedrío, la importancia de las virtudes individuales, el rol del azar en los asuntos humanos y los atributos morales del nuevo Príncipe visualizando sus objetivos.
Sin embargo para entender correctamente la teoría política de Machiavelli no se debe quedar en la mera crítica de los capítulos VII, VIII, XV y XVIII de “El Príncipe”. Tal vez ese sea el motivo para que muchos equivocadamente señalen que su ideología separa la moralidad de la política o que discute la mecánica del mal, cuando en realidad, él no respalda la comisión generalizada de tales actitudes.
Por eso, Peter Bondanella y Mark Musa recomiendan leer las propias palabras de Machiavelli antes que aceptar la interpretación de otros, teniendo cuidado especialmente en observar la fórmula que erróneamente se le atribuye:”el fin justifica los medios”. Esta sentencia es una pésima interpretación de la parte final de una oración en la que señala que: “El hombre en general juzga más por sus ojos que por sus manos; muchos pueden ver pero pocos pueden sentir. Todos ven lo que pareces ser, pocos perciben lo que eres, y esos pocos no se atreven a contradecir la opinión de los muchos que tienen la majestad del estado; por eso en las acciones de todos los hombres, especialmente de los príncipes, donde no hay un árbitro imparcial, se debe considerar el resultado final”(si guarda al fine).
Machiavelli nunca justificó el empleo deliberado de los medios para fines políticos y nunca separó completamente la política de la moralidad, algo también mal entendido cuando hace referencia a las palabras de Agátocles, el Tirano de Siracusa. ”No se puede llamar habilidad cuando se asesina ciudadanos, se traiciona amigos, no se tiene fe, piedad ni religión; con estos medios uno puede obtener poder, pero no gloria”
Tampoco es cierto que Machiavelli defienda exclusivamente el autoritarismo de “El Príncipe”; por eso es necesario leer “Los Discursos”. El primer tratado fue escrito para dar solución a una específica crisis en un tiempo determinado. En cambio, la segunda obra refleja la predilección del autor por la vida republicana.
Considerar la teoría política de Machiavelli por la exclusiva lectura de “El Príncipe”, sólo contribuye a desconocer la real magnitud de la obra y pensamiento de este humanista, que abarca el estudio de la naturaleza de la política, el conflicto social, la naturaleza humana, la corrupción, el valor didáctico de la historia y la relación entre la vida de civiles y militares, todo lo cual se encuentra expresado principalmente en secciones de: “Los Discursos”, “El arte de la guerra”, “La vida de Catruccio Castracani” y en “La historia de Florencia”.
LA NATURALEZA HUMANA
El “error” de Machiavelli, tal vez fue decir la verdad de las cosas. Esa verdad que duele, esa verdad que a veces choca con gente que ostenta el poder o que agrede a quienes tienen “amigos” con influencia o que también “afecta” a un sistema que actúa a espaldas de los principios de la sociedad o de las instituciones; esa verdad que aún hoy, muchos tratan de ocultar por temor a verse reflejados o porque tal verdad finalmente afecta intereses personales.
Las observaciones de Machiavelli le llevaron a definir al hombre como un animal egoísta dominado por el deseo insaciable de lo material y guiado por el principio del propio interés y que sólo puede ser confiable en tanto sienta temor: “De los hombres, generalmente uno puede decir que son desagradecidos, inconstantes, falsos, tramposos, ávidos de ganancias……dudan menos en dañar a alguien que aman que a otro al cual temen…..porque el amor lo rompen cuando el interés personal está de por medio, en cambio el temor a las represalias que puedan recibir, hará que nunca abandonen (a quien tiene el poder)”.
Más aún, la naturaleza del hombre es tal que nunca cambia o evoluciona con el paso del tiempo, pues permanece constante e inmutable. Esta pesimista aseveración de la naturaleza humana nos lleva, paradójicamente, a una positiva y optimista evaluación de las posibilidades humanas a través de la historia.
El énfasis que pone en la constante naturaleza humana, lo lleva a dos importantes conclusiones: Primero, que el pasado, con la reserva histórica de modelos y guías, llevó al desarrollo del renacimiento. Segundo, y tal vez lo más importante lo guió a una identificación de la política con el conflicto y a una creencia más original que el conflicto social de cierta clase era una fuerza positiva dentro de la organización política.
Esta apreciación lo condujo a examinar profundamente los problemas interrelacionados y subordinados de la corrupción política, los partidos y las conspiraciones; verdades que reveladas en nuestros días también podrían tornarse en pecados capitales y podrían generar el desprestigio de quienes las expongan, en tanto se afecte a personas influyentes.
OTRAS VERDADES UNIVERSALES
Machiavelli puso énfasis en reconocer el ejemplo didáctico de las culturas antiguas y sostuvo – a diferencia de otros políticos teóricos – que el discurrir de la historia no es mono-linear o que va en una sola dirección. Más bien, que es cíclica, pues ubica en el pasado al standard de la excelencia y sostiene que el presente debe intentar acercarse al la excelencia del pasado; por lo que la única dirección positiva para el cambio político, es volver al pasado, a los inicios, o mejor dicho al renacimiento, a la regeneración, a la renovación, lo cual nos brinda la oportunidad de corregir los errores de ayer.
En los trabajos de Machiavelli, la actividad política está caracterizada por el movimiento, el conflicto y el cambio violento, más que por la inacción, la cooperación y la rígida estructura social, lo cual se origina principalmente porque no existe tesoro suficiente que pueda satisfacer el desbordante deseo humano de obtener más riqueza.
Cuando esta agresiva característica del ser humano se combina con la severa restricción de recursos, el conflicto es inevitable. Y este conflicto no fue visto como cosa anormal pero tampoco constituyó el objetivo de la teoría política definida como la búsqueda de un cuerpo político que busque eliminar la lucha social
En la visión de Machiavelli, el resultado de un conflicto armado (entre naciones) frecuentemente determinará al más hábil y más versátil gobernante. Tuvo muy poca simpatía por los gobiernos que no se defienden con resolución o que no tengan la visión estratégica suficiente para la prevención de los acontecimientos. Por eso dentro de su teoría política, los asuntos militares relativos a la defensa y la seguridad tuvieron un papel preponderante, como lo trasluce cuando señala que “Las buenas instituciones sin el respaldo militar corren la misma suerte de desorden como los cuartos de un lujoso y esplendoroso palacio real, adornado con joyas y oro, pero que carece de un techo y no tenga nada que lo proteja de la lluvia”
La corrupción en la sociedad fue un asunto que trató con especial atención, pues la veía como el principal obstáculo para desarrollar las instituciones y con ellas al ordini (la estabilidad y estado de derecho) de la república. Describió diversas fuentes de corrupción. Una de ellas la falta de sentido de la religión: En la antigua Roma la religión fue un instrumentum regni, un medio de control político, pero la fe cristiana –de acuerdo a Machiavelli - además de glorificar la humildad más que el coraje, permitió la corrupción moral de su iglesia que se dedicó a la búsqueda del poder secular, lo cual impidió que actúe como árbitro moral de los ciudadanos italianos.
Otra fuente de corrupción es la excesiva concentración de riqueza y de poder, o de ambos, en las manos de una sola persona o de unos pocos individuos, lo que a su vez conduce a la descomposición de la sociedad cuando los ciudadanos hastiados de la conducta de sus “líderes”, obran también en conductas corruptas, peor aún cuando los partidos políticos, se dedican exclusivamente a los intereses partidarios olvidándose de las necesidades del pueblo.
Las intrigas y conspiraciones por el ansia del poder, una verdad que tampoco es ajena a nuestra realidad, fue descrita por Machiavelli, tanto en los “Discursos” y en la “Historia de Florencia” como en la “Vida de Castruccio Castracani”. No justificó la dictadura, la observó como una amenaza a las instituciones republicanas y a la libertad, particularmente si el dictador tiene poderes ilimitados al punto de modificar el ordini del Estado y pretende perennizarse en el cargo.
MACHIAVELLI DEL SIGLO IXX A NUESTROS DIAS
A pesar de las críticas a Machiavelli, que confunden la descripción y estudio de sus observaciones con su pensamiento político, es recién a partir del siglo XVIII que se trata de hacer la distinción correcta de su obra, algo muy difícil de lograr cuando en la confusión incurrieron personajes como el Cardenal Reginald Pole, el teólogo francés Innocent Gantillet, Federico el Grande, y famosos dramaturgos isabelinos como Marlowe y Shakespeare.
Machiavelli, también es considerado como el primer científico de la política, comparando su método con el empleado por Galileo para el estudio de las ciencias físicas. Recibió el aprecio de figuras políticas de pensamientos antagónicos, como el fascista Benito Mussolini y su claro opositor Antonio Gramsci. Su teoría elitista fue continuada por Robert Michels, Vilfredo Pareto y Gaetano Mosca.
Como la figura mitológica de Proteus, las críticas realizadas a Machiavelli tienen la particularidad de tener innumerables variantes. En el debate realizado desde la primera aparición de sus obras, las opiniones expresadas comúnmente revelan los prejuicios de cada era, es por eso que el filósofo italiano Benedetto Croce, señaló que las verdades que Machiavelli puso sobre el tapete son asuntos que probablemente nunca podrán ser resueltos.
Sin embargo, si la verdadera prueba de un clásico reside en servir como espejo para las futuras generaciones en vez de proveer respuestas a múltiples interrogantes, la obra de Machiavelli continuará fascinando a los lectores de nuestros días que, como aquellos de los últimos 480 años, tal vez pueden descubrirse o descubrir a sus líderes en las verdades que escribió.
En sociedades como la nuestra, probablemente seguirán existiendo individuos que “les importe un pepino” a quien atropellan para conseguir sus fines. Seguirán habiendo personas que estando en el poder o cercanas a él, tratarán de alterar el ordini de sus instituciones, para obtener posiciones o ventajas personales. Existirán también “lideres” que por conseguir la gloria personal, irrumpan también la normatividad establecida, y que cuente para ello con el silencio permisible o el corrupto aliento de quienes lo acompañan, por el solo temor de ser expulsados de ese entorno que les es beneficioso.
Así como ellos, también existirán otros Machiavellis que, en el cumplimiento de sus obligaciones, los pondrán al descubierto con el único afán de respetar el orden, el progreso, la institucionalidad y principalmente la verdad. Probablemente, cuando estos Machiavellis de hoy, revelen los hechos tal cual son, quienes se sientan afectados buscarán todos los medios para difamarlos al extremo máximo; y solamente Dios, el tiempo y los hombres de buena voluntad podrán aclarar las malas interpretaciones, reconociéndoles finalmente el valor de su lealtad y honestidad.
Nuestras instituciones y nuestra sociedad, requieren de más Machiavellis, que puedan aconsejar con la verdad y no con palabras que el “dirigente” de turno quiera oír. Exclusivamente así, lograremos encaminarnos hacia el ordini y la justicia que todos deseamos y merecemos, lo cual finalmente permitirá alcanzar el desarrollo tan ansiado por nuestro pueblo.
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BIBILIOGRAFÍA
1. Christian Detmold, “The historical, political and diplomatic Works of Niccollò Machiavelli” 1882
2. Durham, Duke University Press, “Machiavelli: The chief works and others”, 1965
3. Peter Bondanella y Mark Musa, “The portable Machiavelli”, 1978
4. Peter Paret, Gordon Craig, Felix Gilbert, “Makers of modern strategy: From Machiavelli to the nuclear age”, 1986
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